Y yo respiro – De Saturno a Neptuno – Marta Viñes Jimeno

Y YO RESPIRO
Piden al mañana que borre el ayer
quienes no saben de cuántica;
el tiempo es mente y convenciones.

El tiempo no existe y yo no olvido.

 Piden al mañana que borre el ayer
¿Acaso no amaron?
 Yo aprenderé a vivir con el rastro fuerte
de tu amor naranja de gaviota de arena.
Yo sabré hacer que de ese amor
brote frondoso el abismo de mi profundidad.
Me hará fuerte saber que no anhelo futuros
construidos sin ser elección de nadie.
 ¡Generoso porvenir de hierba espléndida,
fotones luminosos de mi túnel!
 Todo lo que amo cabe en el aire.
 Y yo respiro.
                                                                                                            Marta Viñes

Y YO RESPIRO es el último poema del libro «De Saturno a Neptuno», de Editorial Cuadranta.

Marta Viñes Jimeno (Madrid) Poeta, docente y divulgadora.  Está convencida de que la vida es hecho poético y de que la poesía no reside únicamente en el poema.  Marta aspira a no dejar indiferente. Idea que vuelca en su poesía. Su mirada poética nos invoca a osar vivir consciente de que vivir es un asunto urgente.

Marta Viñes sobre De Saturno a Neptuno:
Siempre podemos hacer, evocando la poiesis griega,  construir el puente sobre la teoría y la praxis, sin mayor temor que la vida seca.
Construir desde la belleza, porque al hacerlo vivimos, hasta dentro de la nada
Hagamos también de Neptuno una casa.

El fluir maravilloso – Alejandra Laurencich

Le doy las gracias a Alejandra Laurencich
por permitirme compartir con ustedes su cuento
«El fluir maravilloso»

Además les comento que su último libro
«El día menos pensado», editado por Alfaguara en 2022, ya está en las librerías.

 

 

El fluir maravilloso

Barro el living. Miro por la ventana. Más allá del jardín opaco, donde mi perra cojea alrededor de su plato vacío, hay unos obreros que trabajan. Los veo moverse a través del vidrio esmerilado del portón de calle. Los obreros emparchan el hueco de unas baldosas rotas en la vereda. Aunque es sólo la sombra de un cuerpo la que veo encogida, agachada, y dos las que la enmarcan. Dos obreros de pie, mirando al tercero hacer el trabajo, alentándolo con una conversación animada. Cada tanto escucho sus voces, algún insulto, una risa que me daña. Continuar leyendo «El fluir maravilloso – Alejandra Laurencich»

LA DAMA de Cristina Borroni

Hace unos días la escritora Cristina Borroni me acercó este poema. Gracias

 

LA DAMA

La dama, en el ajedrez,

Suele llamar a engaño

A la inexperta mirada

Pues no es una damisela

Ella es una reina brava

Que sabe blander la espada

Por todas las diagonales,

Por la diestra y la siniestra,

Por el frente y la retaguardia.

 

En el campo de batalla

Ella es la brillante maga

Cubriendo todos los flancos

Con implacable audacia.

 

Su destino no es morir

Mas, si la alcanza la muerte,

El rey quedará a merced

De las huestes remanentes

Y el reino caerá el peligro

De ser diezmado y vencido.

Pero si ella sobrevive,

Hasta el final de la contienda,

Reinará junto a su rey

Hasta la próxima guerra.

 

Cristina Borroni

Jamaica Kincaid

NIÑA

Lava la ropa blanca los lunes y ponla a secar en la piedra; lava la ropa de color los martes y ponla en el tendedero; no camines sin sombrero bajo el sol; prepara las frituras de calabaza con aceite dulce caliente; remoja tu ropa pequeña en cuanto te la quites; cuando compres algodón asegúrate de que no tenga goma, sino no aguantara ni el primer lavado; deja remojando el pescado una noche antes de que lo cocines; ¿es verdad que cantas benna en la escuela dominical?; come siempre de Continuar leyendo «Jamaica Kincaid»

Paola Vicenzi

 

Autorretrato

 

Abro las ventanas para que el sol de invierno a las once se meta de lleno en el estudio. Me gusta el sol de invierno, me gustan los contrastes.

Antes de retomar la pintura, me paro frente a la mesa de trabajo.

Por debajo de los pinceles y de mis viejas remeras convertidas en trapo, asoman los tubos de verde cadmio y de violeta ultramar. Los malditos culpables de mi insomnio. Pero no, no voy a modificar el azul cobalto de la blusa: es un toque de audacia del que no me quiero privar. Chequeo el contenido del frasco de trementina, otra vez me olvidé de comprar. Trementina y barniz, anoto mentalmente. Agarro una espátula de acero, la golpeo contra mi muslo y la apoyo de nuevo. Camino unos pasos. Esos pasos que van del caballete a mi mesa y de mi mesa al caballete deberían formar un surco, porque no solo los recorro cuando preciso alguno de mis elementos, también cuando lo que preciso es pensar. Continuar leyendo «Paola Vicenzi»

Cristina Peri Rossi

Bitácora

 

No conoce el arte de la navegación
quien no ha bogado en el vientre
de una mujer, remado en ella,
naufragado
y sobrevivido en una de sus playas.

 

En «Lingüística general» 1979

Eliana Martínez Shapasnikofff

 

Aurelio

 

 

Todo empezó el día en que Aurelio perdió el punto de la i. Se había bajado del 15 en el Botánico y llevaba media cuadra por Armenia cuando sintió que algo le faltaba. Tanteó los bolsillos: la billetera y las llaves en el pantalón, la SUBE en el saco. Siguió caminando, ahora una incomodidad leve lo acompañaba. Paulita esperaba en la puerta del edificio: “¡Hola, papá! Ya estábamos preocupados…” Él le dio un beso en la frente, sonrieron y subieron del brazo. El almuerzo de domingo transcurrió sin novedades. Lo mismo las semanas que siguieron, hasta el miércoles en que Aurelio no pudo encontrar la o. Se dio cuenta de inmediato, quizás porque también le faltó la alianza y tuvo que atravesar de nuevo el dolor de perder a Susana, y esta vez no había enfermedad ni médicos a quienes echarles la culpa. Fue al banco insistiendo en depositar las letras que le quedaban, pero ni siquiera el gerente quiso escucharlo. Llegó Paulita con cara de madre triste y lo llevó a vivir a un hotel, “para que estés más tranquilo y no tengas que preocuparte por nada”. Un hotel con un servicio pésimo, si le preguntaban a él, y lleno de ladrones: le habían robado la u y la e. Por las tardes, un viejo se le metía en el baño y lo observaba en silencio mientras él se lavaba los dientes. Lo alegró que Susana viniera a visitarlo, traía a un niño pequeño de la mano. No se quedaron: Aurelio la hizo llorar cuando le preguntó dónde había dejado a Paulita y de quién era el niño. Esa noche, una puñalada fulminante de lucidez se le clavó en las costillas y lo sacó del sueño. Apretó la A con fuerza, con terror, con impotencia. La enfermera de la mañana lo encontró temblando, aferrado a la almohada como un náufrago, las mejillas húmedas y la mirada perdida para siempre.

 

 

© 2021 Eliana Martinez Shapasnikoff

Premiado en la Categoría Cuento Corto Tradicional en el Concurso Revista Guka 2021.

 

 

 

 

Alejandra Kamiya

«Todas las mujeres tenemos un secreto, desde niñas. No importa de qué esta hecho, nos constituye, como nos constituye la espera y el silencio.

Hablaste de una infancia en el campo. Una mudanza a la ciudad para ir al colegio. Una carrera como crítica de música. Algunos amores. Pero todas estas cosas parecían detalles cuando nos sentábamos en el balcón frente al paisaje.»

 

 

Del libro «Los árboles caídos también son el bosque» de la exquisita Alejandra Kamiya.