Otra mañana igual. Nos saludamos con un beso de costumbre, pasaron mil años desde el último verdadero. Te afeitás, tomás un café de pie, recogés tu portafolio y te vas dejando una estela de almizcle en el pasillo.
Canto en un murmuro y me doy los buenos días en el espejo. Peino mi cabello en un rodete bajo, me pongo rubor con el labial rosado. Dudo si llevar aros, a veces se nos enredan en la almohada. Pruebo con los cortos dorados, con los largos negros. Me decido por las argollas pequeñas de plata. Abotono sin prisa la blusa roja que tanto nos gusta. Mis ojos se iluminan. Los entrecierro. Aspiro profundo, y la distancia se llena con el aroma a lavanda de tu cuerpo. Sonrío. Mi boca se anticipa saboreando el encuentro.
Marta