Pronóstico desalentador

Yo no vivo, yo ardo                                                                                                                       Oliverio Girondo

 

Sube las escaleras a los empujones cuando las agujas del reloj del subte marcan las seis de la tarde. Trata de llegar a la superficie, busca en vano una bocanada de aire fresco. Piensa en el Dante, se ve saliendo del pozo del infierno. Bufa al sortear en la vereda a los manteros del Once. Tropieza con otras gentes tan encendidas como él. La cara le brilla. La surcan el agua salitrosa empastada con la bronca diaria. Cuarenta y dos grados. Récord, no sabe desde cuánto tiempo en la ciudad. Tampoco le importa. Un dato que no le agrega nada a su vida más que sudor (sin lágrimas porque ya se las gastó).

Hace una semana que, en letanía gozosa, escucha los pronósticos para hoy, para mañana, para el domingo, para la semana entrante. Una inacabable sarta de números que le avisan que el calor ensopará las tardes y también las noches. Y que la mañana siguiente volverá a ser un suplicio, porque habrá dejado el sudor en la almohada y los sueños… eso mejor para otra vez.

En la vigilia, la imagen de su billetera lidiando en un ardiente invierno no lo abandonará ni un instante. El ventilador escupirá en su chirrido un aire caliente, que lo sacará de la duermevela a la que pudo entrar a costa de no soñar. Y seguro dirá: no da más el pobre, en el invierno lo cambio. Para colmo, una chicharra vociferará su presagio en el balcón. Y el frío de las cuentas que no cierran se enredará en el fuego de las sábanas que arderán, no precisamente de deseo.

Sonará el despertador y abrirá los sentidos a un mundo que, a costa de tener, se está perdiendo en la nada, sin ser. Borracho de esperanza verá al viento del norte balancear una rama, y acaso pensará: hoy parece que la suerte acompaña, ¡con esta brisa, seguro un grado menos! Y lo disfrutará sonriendo como si hubiera acertado el billete, ese que cada semana dobla y atesora en el bolsillo izquierdo del pantalón.

 

Marta