Aurelio
Todo empezó el día en que Aurelio perdió el punto de la i. Se había bajado del 15 en el Botánico y llevaba media cuadra por Armenia cuando sintió que algo le faltaba. Tanteó los bolsillos: la billetera y las llaves en el pantalón, la SUBE en el saco. Siguió caminando, ahora una incomodidad leve lo acompañaba. Paulita esperaba en la puerta del edificio: “¡Hola, papá! Ya estábamos preocupados…” Él le dio un beso en la frente, sonrieron y subieron del brazo. El almuerzo de domingo transcurrió sin novedades. Lo mismo las semanas que siguieron, hasta el miércoles en que Aurelio no pudo encontrar la o. Se dio cuenta de inmediato, quizás porque también le faltó la alianza y tuvo que atravesar de nuevo el dolor de perder a Susana, y esta vez no había enfermedad ni médicos a quienes echarles la culpa. Fue al banco insistiendo en depositar las letras que le quedaban, pero ni siquiera el gerente quiso escucharlo. Llegó Paulita con cara de madre triste y lo llevó a vivir a un hotel, “para que estés más tranquilo y no tengas que preocuparte por nada”. Un hotel con un servicio pésimo, si le preguntaban a él, y lleno de ladrones: le habían robado la u y la e. Por las tardes, un viejo se le metía en el baño y lo observaba en silencio mientras él se lavaba los dientes. Lo alegró que Susana viniera a visitarlo, traía a un niño pequeño de la mano. No se quedaron: Aurelio la hizo llorar cuando le preguntó dónde había dejado a Paulita y de quién era el niño. Esa noche, una puñalada fulminante de lucidez se le clavó en las costillas y lo sacó del sueño. Apretó la A con fuerza, con terror, con impotencia. La enfermera de la mañana lo encontró temblando, aferrado a la almohada como un náufrago, las mejillas húmedas y la mirada perdida para siempre.
© 2021 Eliana Martinez Shapasnikoff
Premiado en la Categoría Cuento Corto Tradicional en el Concurso Revista Guka 2021.